domingo, junio 01, 2008

Imágen



no soy
(ni seré).

-¿Entonces, de qué me está hablando, señor?, ¿acaso se trata de los fuegos otra vez?, o, ¿tal vez de aquella interminable sensación de amargura que tanto le agrada?

-Nada de eso, mi buen amigo. Se trata de estar (y ser) tan interminable como esa sensación que (used dice) tanto me agrada.

-Ah, claro. Ahora me viene con ese cuento del infinito, que ya es más viejo que sus ganas de irse de aquí. ¿O me equivoco, señor?

-Se equivoca, mi buen amigo. Esta vez, se trata de ella.

-¡¿De ella?! ¡Ahora si que usted se ha vuelto loco! ¡¿Acaso no aprendió de la última vez!?

-De que aprendí, aprendí. Que me guste lo que aprendí, es otra cosa. Que me guste cometer errores (no forzados), es otra cosa. De que nadie entienda de qué se trata, es otra cosa.

-¿Cómo?, ¿errores no forzados? Perdóneme, señor, pero ese término sólo lo he escuchado en el Tennis. Y si es otro de sus chistes extraños, prefiero verlo reir antes de caer en confusión.

-¿Y entiendes a qué se refiere?

-Sí.

-Entonces, ¿por qué no me entiendes?

-Argh, señor...

-No nos desviemos de tu pregunta. A menos que quieras hablar de música.

-Claro, claro. ¿entonces usted a vuelto a intentarlo, ¿no es así?

-Así es mi buen amigo. Otra vez.

-Y ¿cómo se ha sentido?

-Mal (bien).

-Me imagino, usted es sensible a estas cosas.

-Más que sensible, apasionado, y un poco descuidado.

-Claro, ya veo entonces porque comete errores no forzados.

-¿Ves? entiendes a la perfección.

-Jajaja. ¿Entonces, la va a incluir en su película?

-Pero claro, si por eso lo hago. Sino, no habría ese "bien" entre paréntesis.

-Y, ¿cuando estará lista?

-En verdad, no lo sé mi buen amigo, no lo sé.

-Pero ¿por qué no sabe?, ¿no sabe como terminarla?, ¿no sabe si quiere terminarla?, ¿o simplemente no depende de usted?

-No sé cómo terminarla, no sé si terminarla y depende de mi, pero también de otras personas.

-Creí que trabajaba solo en esto.

-Claro que trabajo solo.

-¿Entonces?

-Que mi trabajo dependa de otras personas no significa que ellas hagan el trabajo por mi. De mi y de mi propia película.

-Señor, con todo respeto, pero lo noto más confundido después del accidente.

-Estoy menos confundido que nunca, creo yo.

-Es que, puede ser que la confusión sea tal, que crea que no lo está en absoluto.

-No hay nada absoluto, mi querido amigo. Ni siquiera lo que acabo de decir.

-Yo creo que hay una realidad absoluta, que no podemos apreciar tal cual es, que nosotros somos los que la percibimos de distintas maneras.

-No lo creo. Porque si hubiese una realidad absoluta, esta, no se podría cambiar. Y eso sería lo más desalentador, conformista, absurdo y ridículo.

-Me sorprende a veces, señor. Si no estuviese en este manicomio, yo lo hubiese traido hace rato.

1 comentario:

Anónimo dijo...

-¿O me equivoco, señor?

-Se equivoca, mi buen amigo. Esta vez, se trata de ella.

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