lunes, junio 02, 2008

de la misma



no quería ser
(ni voy a querer).


-Es que las cosas han cambiado, querido amigo.

-Pero claro que han cambiado, si ni su familia lo reconoce.

-¡Bah!, ellos nunca me conocieron bien como para poder reconocerme.

-Yo creo que lo conocen bien.

-Si me conocieran bien no estaría aquí.

-¿Y dónde estaría, señor?

-Estaría en mi escritorio haciendo cualquier cosa más útil que estar hablando contigo.

-Entiendo... ¿y por qué no reconoce lo del accidente, y así se larga de una vez?

-¿Reconocer qué? si ya les conté toda la verdad, no hay nada que reconocer.

-Disculpeme señor, pero su versión es pura ciencia ficción, por lo tanto, poco creíble.

-¿Ciencia ficción? arg... me importa un bledo lo que les hayan enseñado a ustedes, para mi, la vida que ustedes llaman "real", es igual que lo que ustedes llaman "ciencia ficción", qué ridículo, no hay diferencias.

-¿Cómo no van a haber diferencias? ¿O acaso usted ha visto naves que viajen a la velocidad de la luz, visitando otros planetas y cosas así?

-Pero claro que si, varias veces.

-Jajaja, bueno, con lo del accidente no me parece raro.

-Querido amigo, necesito que me hagas un favor. ¿me ayudarías?

-Mientras no se trate de platillos voladores, creo que puedo.

-No nada de eso, no esta vez. Necesito que compres flores.

-¿Flores? ¿y para qué quiere flores?

-Es que... no me creerías.

-Ahhh, ¿es por el matrimonio de su hija, verdad? Usted sabe bien que no debería hacer eso.

-No, no es eso, es algo con lo que no puedo seguir, así, sin hacer nada. Algo que me ha mantenido vivo muchas veces a lo largo de la vida, algo que no puedo dejar de lado. Como una especie de droga, o algo así. Querido amigo, entiendo lo de mi hija, tal como entiendo que nadie me crea, que nadie me reconosca, que nadie confíe a ciegas en mi.

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